Capítulo 17: Déjame ser tu antídoto El mecha medía casi veintitrés metros, brillando con un haz de luz zafiro. De hombro a hombro se extendía ocho metros, con una alta y delgada figura. Su textura era marcadamente distinta a la de los mechas promedio. Estaba moldeado en base de una única pieza de verdadero zafiro, una obra de arte. Entre más se acercaba a los bordes la armadura, su tono se volvía púrpura metálico. Cuando la luz descendía de los cielos, ésta se reflejaba magníficamente en la coraza. En el instante en que su pecho se cerró, emitió un intenso fulgor violeta. Creció hasta ser casi una bola de rayos violeta que de alzaban, desapareciendo en el bosque de arcos centelleantes de la tormenta que había.