A la deriva Los ojos de Zorian se abrieron abruptamente mientras un agudo dolor brotaba de su estómago. Su cuerpo entero convulsionaba, doblándose contra el objeto que caía sobre él y de repente estaba completamente despierto, no había ni rastro de somnolencia en su mente. "¡Buenos días, hermano!" una voz irritantemente alegre sonaba justo encima de él. "¡Buenos días, buenos días, YA ES DE MAÑANA!" El alivio inmediatamente inundó su mente, seguido de cerca por la desesperación. Lo hizo – salvo su alma del tercer viajero y sobrevivió al encuentro. Pero sus aliadas...