A Yao le dolía su cabeza. Ella se acercó a todos los que usaban ropa verde o verde oscuro y les preguntó: "Lo siento, ¿podría hacerle una pregunta?" Pero ninguno de ellos la entendía Todos ellos hacían lo mismo. Ellos simplemente sonreían con rigidez, o hacían una mueca, y sus rostros tenían expresiones confusas. Ella no podía decir si ellos la entendían o no. A juzgar por la expresión de sus caras, parecía que no la entendían. Ella hizo todo lo posible, pero al final, aun no podía comunicarse con ellos. Como estaba atormentada por la idea de que sus esfuerzos fueran en vano, ella desesperadamente espero que hubiera alguien que pueda hablar su lenguaje. Pero ella no tenía más remedio que acercarse a la gente al azar en la calle.